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Desde La Luna

El autobús

Hace frío. No puedo sentirlo porque voy en el coche, pero lo veo en las manos que sujetan las solapas del abrigo y las empujan hacia dentro, como si fuera posible desaparecer bajo la tela. Esperan el autobús, un autobús que a veces llega y casi siempre no. Es propiedad de una empresa que resta importancia a la vida de los que esperan, porque considera que su tiempo no vale tanto y que pueden gastarlo sentados en ese banco, bajo el frío, el calor o la lluvia. La mayoría han terminado de trabajar por hoy y esperan cansados tratando de no pensar más en una ocupación que llena su cabeza la mayor parte del día. Ese banco es una transición entre la parte de ellos que dan al trabajo y lo poco que les queda; es una frontera entre dos realidades. Ya en el autobús comenzarán a añorar el hogar, el beso que les espera o les esperó. Pensarán qué hacer de cena, qué me habrán preparado, cuáles serán las novedades. Éstos charlando entre ellos, los otros leyendo un libro que les transporta a mundos amables por lo ajenos. Dos, como mucho tres horas en casa, y a dormir: mañana hay que levantarse temprano para trabajar.

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