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Desde La Luna

Capítulo III

Aquella casa estaba llena de ventanas, y el azul del mar inundaba las habitaciones. Me puse de pie por primera vez para ver el horizonte sin necesidad de que me levantaran en brazos; según cuenta mi madre, era la única forma de hacerme callar. En mis primeros años de vida podía pasar horas mirando aquel horizonte que imaginaba plano y casi infinito, que podía navegarse hasta el fin del mundo. Cuando supe que había muchos faros como el nuestro, pensé que marcaban el paso a otra dimensión; tal vez a un lugar donde convivían pasado, presente y futuro. A un universo donde cualquier cosa era posible.

Crecí detrás de aquellas ventanas, soñando con el momento en que, pilotando uno de los barcos de colores atados en el puerto, navegaría por un mar en calma durante semanas hasta llegar al lindero del mundo conocido.

3 comentarios

Lidia -

Me pillaste escribiendo...

Un abrazo, Ismael.

ismael -

vamos, la IV quiero leerla =), te mando muchos abrazos

Noria -

adoro los faros... sí, siempre me han parecido mágicos...