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Desde La Luna

Esperando un barco

Lucas dejó atrás el faro y se sentó al borde del acantilado. Frente a él se extendían un cielo limpio de nubes y el mar; resultaba difícil saber dónde empezaba uno y terminaba el otro. Aquel horizonte curvo era la mejor recompensa para su viaje. Después de un mes caminando, por fin había llegado a Finisterre. Recordó a todos los que encontró en el camino; habitantes de los pueblos y compañeros de viaje. Muchas veces sintió el deseo de quedarse en algún lugar, o de permanecer unido a un grupo. Pero tenía que llegar al final; había continuado cada día a pesar del cansancio y las ampollas, con la esperanza de que frente al mar hallaría las respuestas. Y ahora, en el silencio del atardecer, lo único que venía a su mente una y otra vez era la imagen de sus pies mientras caminaba.

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