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Desde La Luna

Lluvia de agosto

Ella estaba en la playa, recogiendo conchas y caracolas. La vi caminar con delicadeza, mirando al suelo, agachándose cuando algo llamaba la atención. Me pareció tan hermosa que miré alrededor, buscando al chico que la acompañaba. No había nadie; literalmente, nadie. No serían más de las cinco de la tarde, pero el mar estaba oscuro como si anocheciera. Lloviznaba, finas gotas pintaban la arena.

Me resigné a cerrar el libro con el temor a que las páginas se deshicieran, y al juntar las manos la vi. No sé lo que me atrapó de ella, pero sentí la necesidad de tenerla entre mis brazos. Tal vez la delicadeza de su gesto, tal vez que, como a mí, no le importaba la lluvia. Tal vez que parecía ausente, ajena a todo, como si alguien la hubiera soltado allí con la misión de conseguir unas conchas y la promesa de recogerla poco después. El caso es que dejé el libro a un lado, irremediablemente lleno de arena y agua, y me fui a caminar con ella.

Me miró un segundo con curiosidad, y luego continuó caminando. Yo a su lado, como si nos conociéramos desde hace tiempo y no tuviéramos ya necesidad de llenar de palabras ese precioso silencio. De vez en cuando las olas nos alcanzaban; recuerdo el agua retrocediendo entre sus pies.

Empecé a ver las conchas en la arena, y a distinguir formas y colores. Sin pensarlo me agaché a recoger una y se la tendí. Me dio las grqacias con una sonrisa, y así llegamos al final de la playa. Miré el punto negro donde habían quedado mis cosas, y encongiéndome de hombros le pregunté su nombre.

Para Dalia

Para Dalia

No te olvidamos, preciosa. Nos dejaste una sonrisa enorme y la ilusión en tus ojos.
Cada vez que encuentro un paisaje hermoso, lo miro para tí, por las oportunidades que no tuviste de hacerlo.
Que las preocupaciones sin sentido no nos impidan disfrutar los años que a tí te quitaron;
que no perdamos la capacidad de distinguir qué es importante.

No te olvidamos.

Mañana

Mañana...

Llego tarde a trabajar o, mejor, no llego. Salgo de casa como todos los días, y desayuno en el bar de Luis. Leo el periódico, y en él un anuncio pidiendo violinistas para la orquesta nacional. Recuerdo que hace años fui la mejor violinista, y decido presentarme. La prueba es a las nueve, así que no tengo tiempo de buscar el instrumento; alguien me dejará el suyo.

Llego al edificio cuando ya han empezado las audiciones. Hablo con una chica que sale, y accede a prestarme su violín. Me pongo a tocar en la sala de espera para soltar las manos, hace años que no practico.

Comienzo a tocar y todo se difumina, soy la madera, las cuerdas, el sonido que me envuelve y me transporta a tantos momentos pasados en los que la música y yo fuimos uno. Cierro los ojos y los veo a mi alrededor, mamá en la cocina y los niños, alegres, jugando en el salón.

Alguien tira de mi brazo y me trae de vuelta al mundo. Son los miembros del jurado, les ha gustado tanto cómo toco que la plaza es mía. Una voz lejana repite mi nombre.

- Maite Alzaba. Maite Alzaba...

Es la enfermera, me toca pasar a mí. Si supiera tocar el violín, mañana empezaba otra vez, pero como no sé, mañana...

Empiezo a escribir.

A veces

A veces me tienta pensar
que la vida es un periódico.

Que los enfermos matan,
que el amor dura tres años,
que las guerras
son inevitables.

Que un gobierno
es un país.

Que un país
no es un pueblo.

A veces me tienta pensar
que la calles es peligrosa,
que sólo se escribe
lo que se vende.

Que necesitamos
Ese coche,
la hipoteca,
volar a cualquier parte,
no hablarnos,
no sentir,
estudiar rápido.

No tener hijos
hasta tenerlo todo.

Menos mal...
Que quedan sonrisas,
disculpas,
caricias,
versos.

Menos mal...

Que aun pensamos.

Muerte de un poeta

Son las tres de la mañana. Gustavo deja con mano temblorosa la taza encima de la mesa. Esta vez el dolor es tan fuerte que ni siquiera la tisana ha podido aliviarle. La tos viene otra vez teñida de sangre, pero él se aferra a los papeles y busca una rima. Aunque siente cada vez más frío, quiere terminar estos versos antes de dormir, llevan todo el día rondándole por la cabeza.

Apenas puede ver el papel. Se acerca a la vela que arde encima de la mesa, su llama se balacea bruscamente por el aire que filtran las ventanas. El humo le hace toser una vez más.

No puede verlos, pero los siente. Los personajes que ha creado van llegando en lento cortejo. Unos vienen de muy lejos, otros de parajes cercanos. Vienen tristes pero decididos a luchar por la memoria de su creador. No están todos; siempre queda alguno que no está conforme con el trato recibido. Ésos, que luchan por el olvido, son los que tienen más posibilidades de permanecer.

Luego llegan los versos en forma de melodía. Se mezclan con espíritus y caballeros, con damas y ojos verdes. Un rayo de luna inunda la habitación. Casi se puede oír el llanto de las musas.

El último ataque de tos le deja agotado y tiritando. La pluma le cae de las manos, queda una mancha de tinta sobre el pergamino a la que sus amigos no prestarán atención. La mano misma cae lentamente, despide a la inspiración, busca otra mano. El recuerdo de su amor le dibuja una sonrisa, sus ojos se cierran; ha muerto un poeta.

Coger el viento

-El viento
- ¿Cómo dice?
- Quiero coger el viento.

Es increíble. Son las dos de la madrugada, hace un frío que pela, y mira ése tipo, gritando que quiere atrapar el viento. Como no espabiles te va a tirar al mar, que no es lo mismo.

- Oye, chaval
- ¿Sí?
- Anda, baja de ahí. Te prepararé una taza de caldo.

Vaya, parece que le he convencido. Ahora con el caldito, cuando esté más tranquilo, le explico que para atraparlo necesita un buen cubo, y no esa red llena de agujeros.

Poesía

Volar de trás de las imágenes,
ser más rápido que ellas.
Con una red de mariposa
cazarlas un instante,
ponerlas encima de la mesa
y dibujarlas en estas palabras.

Vergüenza

Después de dos horas sentada en el sofá apaga la televisión. Sale a la calle pensando en lo enamorada que tal actriz está de aquel otro artista, lo unidos que se les ve en esa foto robada en la playa. Y la hija de fulanito, con lo guapa que es cómo se le ocurre casarse con un hombre así, que ha tenido tantas novias.

Mira el reloj: el tiempo justo para la misa de siete. No le gusta la iglesia los fines de semana, se llena de turistas que vienen a hacer fotos sin ton ni son y no respetan el silencio de la ceremonia.

Entra en la catedral cinco minutos antes de las siete. Elige un banco en el lateral para escuchar bien al sacerdote y va a sentarse cuando los ve. El color sube a su rostro, se funde con el colorete de las mejillas. No da crédito a lo que ve; qué vergüenza. Unos metros delante de ella, frente a la capilla de los condes de Urbaz, dos jóvenes se besan, arrobados.

- Qué desgracia -, piensa la mujer- ; hoy en día se ha perdido el pudor.

Tradición

Era panadero porque panaderos fueron su padre y su abuelo.

Ninguno de los tres confesó nunca a los otros que no le gustaba el pan.

El hospital

Esa noche en el hospital no podían creer lo sucedido. Los médicos cantaban; las celadoras bailaban con los enfermeros. Dicen que vieron al guardia de seguridad dar volteretas en el aire.

Esa noche, en el hospital, no había muerto nadie.

La edad

Pasea torpe por los rincones de la biblioteca, arrastrando los pies. El pelo, blanco como su alma, limpia a pesar de los años. Zapatos pequeños, en un pie casi de niña. El bibliotecario la observa, tan diminuta dentro de una gabardina color crema, y siente lástima de ella. No sabe que es feliz, después de tantos y tantos años sin abrir un libro. Su nieta le regaló el carnet: “ toma, abuela, pásate por allí, a ver si encuentras algo que te guste”.

Le gusta todo, el problema es que sólo puede llevarse tres libros. Los toca, lee los índices, las contraportadas, van llegando a su memoria los autores que leyó hace un siglo. Los busca, recuerda un fragmento. En estos momentos no hay, en la biblioteca, nadie tan joven como ella.

Libertad

Sentada en un pupitre, adivina el recorte de la lluvia en la ventana. Escucha fascinada la música del agua en las aceras.

Fuera hay un mundo en el que está a veces. Está cuando la voz dulce de su madre, cuando el arrullo de su padre. Cuando otros niños juegan y son piratas, hadas, fantasmas. Le gustan las risas, las canciones, los abrazos. Que alguien invente historias sólo para ella. Saltar en los charcos sin preocuparse del barro. La verdad es que le gusta mucho el barro.

No está cuando hay pelea, cuando las noticias, cuando son cosas de mayores. Le fastidia preguntar y que le expliquen “que ya lo entenderás cuando seas grande”.

Tiene sólo diez años, y aun puede decidir cuál es su mundo.

Directo al mar

Agustín se sujeta con fuerza al abrigo de su madre. Alza la vista, y la ve gesticular. Se aleja un poco del montón de los plátanos para ver quién está al otro lado: los vendendores de fruta, vestido de blanco, se mueven deprisa por detrás de una barrera de colores.

Como camina hacia atrás, choca con algo y se asusta; un señor muy grande le sonríe desde arriba, y Agustín balbucea una disculpa. El golpe le sitúa en una perspectiva diferente: delante de él ya no están las montañas de fruta, sino algo mucho más extraño. Decenas de peces muertos le miran con la boca abierta. Agustín los contempla con un gesto de asco, y de pronto descubre que hay algo de vida entre el hielo. A un lado, apiladas, tres cajas de cangrejos que agitan sin parar. Uno de ellos ha conseguido escapar, y camina torpe por el suelo ennegrecido del mercado. Agustín mira al señor que vende el pescado; por suerte no se ha dado cuenta de nada. Disimulando como los detectives de sus cuentos, se acerca cada vez más hasta donde está el cangrejo: hay que conseguir que escape.

Caminando despacio logra interponerse entre el animalito y el señor del pescado, que sigue sonriendo a los compradores. Se gira para comprobar, ya aliviado, que el cangrejo ha alcanzado el reguero del agua, donde no pueden verle. "A lo mejor mañana llega al mar", piensa Agustín que vuelve, feliz, a contarle a su madre la hazaña del cangrejo.

TRISTEZA

Ya no se posa el vuelo de un niño

sobre las ilusiones firmes de su madre.

Secos los senos,

vacías las cunas.

Ya no hay futuro en el que buscarse.

La sombra de un avión

planea sobre los garbanzos.

Almas inocentes

se resisten a abandonar

el patio donde crecieron.

A nosotros qué nos importa; son sólo

el arranque del telediario.

Últimas palabras

Ven, siéntate; tengo algo que contarte:

Ayer por la mañana, mientras limpiaba los libros, encontré una foto. Era yo con siete años, frente al mar. Mira esta sonrisa; es posible que tú no la hayas visto nunca. He intentado repetirla frente al espejo, pero sólo consigo una mueca triste;esa sonrisa ya no vive en mí. Y mira mis piernas. Tenía cardenales, pero no dolían porque cada uno de ellos era un descubrimiento del mundo.

No te vayas; es importante. Mis hijos merecen la oportunidad de sonreir así.

¿Qué haces? Suelta eso. Ya no puedes hacerme daño; he hablado con la policía.

Cada día

La vida
es un horizonte
al que nunca llegamos.

Por eso
no disfrutar el camino
es no vivir.

Desnudos los espejos

Nos hemos encontrado
en este lugar
donde,
desnudos los espejos,
el uno frente al otro,
no caben las mentiras.
No es tiempo de disfraces, y las palabras
pierden sus adornos.
Es el momento
de mostranos las verdades.

Desnudos los espejos,
parecen más limpias las miradas.
Repites tus palabras;
repito mis promesas.
Todo se romperá en pedazos
si habitan las mentiras.

Sólo hay silencio.

Ahora sabemos,
sin ninguna duda,
que nuestras palabras
siempre fueron sinceras.

Definiciones: RELOJ

Mide las unidades de tiempo, convenio creado por los seres humanos para entenderse unos con otros. También son convenios las unidades de peso o de longitud. Una prueba de que el tiempo no existe es que los niños pequeños no lo entieden ni lo utilizan. Cuando el ser humano aprende a medir el tiempo, aprende también a ser infeliz. Sölo son bonitos los relojes de pared con carrillón y péndulo.

Navidad

Irreverente,
Como el anuncio del turrón

Cruel,
Como la ausencia de los nuestros

Triste,
Como olvidar a los que sufren

Absurda,
Como el marisco y el cordero

Derrochadora,
Como las luces de la calle

Hipócrita,
Como los chirstmas de los bancos

Desagradable,
Como pedir las vacaciones

Egoísta,
Como negarlas.

Alegre,
Como abrazar a la familia

Limpia,
Como la ilusión de un niño

Infantil,
Como esconder los regalos

Sincera,
Como añorar a los amigos

Solemne,
Como brindar por las ausencias

Generosa,
Como olvidar los rencores

Sabia,
Como darse cuenta
De que lo mejor de la Navidad
No la necesita.

Definiciones: MAR

Espacio que cubre la mayor parte de un planeta absurdamente llamado Tierra. La mayoría de las personas se sienten serenas frente al mar, porque pasan los primeros meses de sus vidas flotando en el agua.

Al mar, como al cielo estrellado, se le formulan las grandes preguntas. A veces los pescadores y los bañistas son atrapados por una gran pregunta, y quedarán retenidos en ella hasta que alguien sea capaz de responderla. Los faros son el principio de una respuesta.